Pep Guardiola es el eje de todos los éxitos de este Barcelona, aunque él se quiera poner en un segundo plano. El de Santpedor se ha ganado, en su primera experiencia como técnico de un equipo de primer nivel todos los elogios y una nominación (parece que el premio se lo va a quedar Vicente del Bosque) a mejor entrenador del año. Su destino está en el aire, no obstante. La afición blaugrana no quiere dejarle ir ni por todo el oro del mundo, e incluso su ‘némesis’, José Mourinho, ha repetido varias veces que si él fuera Sandro Rosell le renovaría otros 50 años. La identificación de Pep con la filosofía del club es plena, y sus jugadores están encantados con él.
Sin embargo, Roman Abramovich le está tentando, a él y a Txiki Beguiristáin. Ambos son el objetivo primordial del futuro proyecto del Chelsea, y sería un buen aliciente para el técnico. Además, todos los focos de atención están sobre él. El episodio del viaje a Pamplona le colocó delante de todos sus críticos, y él les contestó en una rueda de prensa de la que tuvo que dar explicaciones posteriormente.
Por otro lado, la relación de Guardiola con Rosell no es la misma que tuvo con Laporta. Para el ex presidente, y diputado electo del Parlamento catalán, Guardiola fue su mariscal de campo, el hombre que le sacó a flote tras una moción de censura y que le dio todos los éxitos posibles para una temporada. Esto es un quiste que, de momento, Rosell no se ha podido quitar. Si los resultados no acompañan (el propio Guardiola siempre ha avisado de que este momento de gloria no será eterno), podría abrirle la puerta a su adalid.

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