Se dice de los grandes regateadores que van demasiado a lo suyo. Que bajan la cabeza y no disponen de visión panorámica para integrarse en el juego colectivo. Leo Messi no es un mero regateador. Podía parecerlo al principio de su carrera a ojos de especialistas cortos de vista, pero no. Leo Messi es un jugador excepcional que va camino de convertirse en el más grande de todos los tiempos. Cuenta con el muestrario de dribblings más demoleador del mundo, sí, pero también tiene desmarque, remate, cambio de ritmo, disparo lejano, un elevadísimo concepto del juego colectivo y, últimamente, una sensibilidad especial para con sus compañeros, a los que regala asistencias que se convierten en gol.
Anoche el crack argentino, el mismo que goza de un permiso especial de vacaciones y lo justifica en el campo ante la connivencia de un vestuario que le idolatra, se fue del campo dejando una aportanción que no por habitual deja de ser asombrosa: dos pases de gol y una obra de arte en la ejecución de un golpe franco directo.
La generosidad de Messi se ha multiplicado exponencialmente durante este curso. Sus estadísticas acabarán pareciendo de baloncesto. Sumar quince asistencias, trece de ellas en la Liga, más que ningún otro jugador del campeonato, es una salvajada. Acompañar esa dadivosidad con registros realizadores también estratosféricos es propio de un futbolista único. El tanto que metió ayer es el 18 de su cuenta particular en la Liga.
Y qué gol. Llevaba Leo sin marcar desde el 12 de diciembre contra la Real y decidió reencontrarse con el camino que lleva a la red a lo grande. Falta clara a tres o cuatro metros del borde del área provocada por él mismo tras una de sus galopadas. Leo que la coloca, que le dice a Villa que no, que ésta la tira él y el asturiano que contempla la trayectoria del golpeo del crack: rosca de fuera a dentro y las telarañas de la escuadra de la portería de Aranzubia que saltan por los aires. El primergol de falta de la temporada del Barça, por cierto. El último lo transformó Xavi en El Madrigal.
Messi se ocupó de sus números personales después de satisfacer su faceta de pasador. En el tanto que abrió el marcador cedió a Villa un balón de oro que David supo aprovechar para batir por primera vez al Depor, un equipo que, decían, encajaba pocos goles. Leo, después de que Iniesta se fabricara él solo el tercero, acabó con esa fama eligiendo esta vez a Pedro para entregarle otra asistencia. La del cuarto. Encima, generoso.
Anoche el crack argentino, el mismo que goza de un permiso especial de vacaciones y lo justifica en el campo ante la connivencia de un vestuario que le idolatra, se fue del campo dejando una aportanción que no por habitual deja de ser asombrosa: dos pases de gol y una obra de arte en la ejecución de un golpe franco directo.
La generosidad de Messi se ha multiplicado exponencialmente durante este curso. Sus estadísticas acabarán pareciendo de baloncesto. Sumar quince asistencias, trece de ellas en la Liga, más que ningún otro jugador del campeonato, es una salvajada. Acompañar esa dadivosidad con registros realizadores también estratosféricos es propio de un futbolista único. El tanto que metió ayer es el 18 de su cuenta particular en la Liga.
Y qué gol. Llevaba Leo sin marcar desde el 12 de diciembre contra la Real y decidió reencontrarse con el camino que lleva a la red a lo grande. Falta clara a tres o cuatro metros del borde del área provocada por él mismo tras una de sus galopadas. Leo que la coloca, que le dice a Villa que no, que ésta la tira él y el asturiano que contempla la trayectoria del golpeo del crack: rosca de fuera a dentro y las telarañas de la escuadra de la portería de Aranzubia que saltan por los aires. El primergol de falta de la temporada del Barça, por cierto. El último lo transformó Xavi en El Madrigal.
Messi se ocupó de sus números personales después de satisfacer su faceta de pasador. En el tanto que abrió el marcador cedió a Villa un balón de oro que David supo aprovechar para batir por primera vez al Depor, un equipo que, decían, encajaba pocos goles. Leo, después de que Iniesta se fabricara él solo el tercero, acabó con esa fama eligiendo esta vez a Pedro para entregarle otra asistencia. La del cuarto. Encima, generoso.
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