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lunes, 6 de diciembre de 2010

"UNA ODISEA DE VIAJE"

Fue un visto y no visto, como si de un rayo se tratara. Desmitificándolo absolutamente todo (concentraciones, siestas, paseos y demás rituales del fútbol), el conjunto de Pep Guardiola estuvo apenas cuatro horas en Pamplona. Le bastaron para descender del autocar, recién entrado de la autopista que une la capital navarra con Zaragoza a las 20:03 (después de tardar casi 15 minutos en avanzar 50 metros a su llegada al estadio Reyno de Navarra por culpa de las obras, la nieve todavía acumulada del día anterior y de cientos de enfurecidos seguidores 'rojillos' que intentaron impedir la entrada del autobús mientras volaba algún que otro objeto), calentar por espacio de diez minutos y llevarse tres puntos de un partido que comenzó a las 20:48 y finalizó sobre las 22:35. Tras la pertinente ducha, el autocar del club azulgrana salió del estadio pasadas las 23:00 escoltado por la policía y media hora después, la expedición, que no pasó control alguno, ya estaba cómodamente sentada en el avión que debía llevarle hasta Barcelona. Se trataba de salir del Aeropuerto de Noain antes de que cerrara a las 12 de la noche. El aeroplano despegó diez minutos antes de la hora y concluyó con éxito una nueva operación que trajo de cabeza a los responsables del RACC, que no pararon de trabajar mientras el Barça jugaba. Y es que cuando el equipo salió a toda prisa de la estación de Sants a las 16:00, se desconocía cómo se iba a regresar, visto que todavía no estaba clara la hora a la que comenzaría el partido. Las opciones pasaban por salir de Pamplona antes de las 12 o desplazarse hasta el Aeropuerto de Vitoria, lo que hubiera supuesto una nueva paliza para el cuerpo. La posibilidad de pernoctar en Pamplona existía, pero era la menos deseada por el cuerpo técnico azulgrana.
Las cosas se tuvieron que hacer tan deprisa que fue durante el trayecto de 40 minutos cuando Guardiola decidió que daba fiesta a sus jugadores al día siguiente. El despegue fue movido, pero el restodel viaje transcurrió con normalidad. Después de que el piloto calificara lo sucedido durante una jornada marcada por el absentismo de los controladores como un "desastre", dijera que "en 30 años de profesión no había vivido algo igual" y finalizara con un concluyente "es el país que tenemos", se permitió a los aficionados más jóvenes dirigirse a la zona de jugadores para hacerse fotos y pedirles autógrafos. No es algo habitual que se autorice, pero es que nada fue normal en este viaje, y supuso un premio para los sufridos hinchas. El avión aterrizó en El Prat sobre las 00:30 y un azafato informó de que era el primer avión con pasajeros que lo hacía ese día. "Felicidades por ser un gran equipo", fue la despedida del piloto. Fin a un día de locos



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