Orgullosos. Messi salvó un punto en el último minuto de un partido en el que todos los jugadores se dejaron la piel bajo una intensísima lluvia y sobre un terreno de juego que en la segunda parte exigía el 200% de entrega y esfuerzo físico. Y ahí, en este escenario hostil que no beneficia el fútbol de toque y combinación que ha hecho del Barça el mejor equipo del mundo, el once de Guardiola sacó toda su raza futbolera. Por corazón y por orgullo igualó por dos veces la ventaja del Athletic, que estaba más en su salsa entre tanta agua y barrillo, aunque Bielsa le ha dado ya un toque de distinción a su juego.
Por corazón y por orgullo se sobrepuso, en solo cuatro minutos, del primer golpe athletico, en una gran jugada que Cesc remató de cabeza como si de un delantero centro de toda la vida se tratara. (Por cierto, y entre paréntesis, Cesc sigue dándonos la razón a los que creíamos en su fichaje). Por corazón y por orgullo, por último, forzó el definitivo empate en una acción de fuerza y convicción en la que había que perseguir el beneficio de los rebotes, luego de que una jugada desgraciada de Mascherano y Piqué pusiera ya la victoria imposible.
La conclusión de este partido épico es que jugando así, los barcelonistas pueden estar tranquilos. Este equipo se parte la cara donde haga falta y en las condiciones más adversas. Recuerden, los que tengan años para ello, lo arrugados que salían algunos en San Mamés y otros campos antaño. Entonces decíamos que allí se perdían las Ligas. Ahora decimos que así, aun empatando, se ganan. Esta es la gran diferencia. Por eso estamos orgullosos de este equipo.
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